En la calle de San Fernando, una calle a la que ni siquiera hoy sería capaz de volver dada mi ineptitud en lo referente a la orientación, (la misma que la de mi GPS) allí lo vi por primera vez y bueno, todas las demás. Lo recuerdo sentado en el césped. Era un poco raro, tenía una pinta muy desaliñada, leía la peor obra que he leído en mi vida y mataba con la mirada. Vamos, que era un tio horrible de esos que se olvidan.
Yo, muy señora de Prada y Chanel, embutida en mi poder y en mi soledad, me senté en un banco cerca de él y ni siquiera se porqué. Abrí mi periódico y traté de leer. Lo sentía pasar las páginas, casi parecía estar devorando al libro en vez de leerlo.
- ¿Por qué no viene a hacerme compañía?
Lo miré. ¿Está loco?
-Sí, ústed señora.
¿Señora? ¿Señora yo? Pero qué...
- No me llame señora...
Cuando me giré lo vi mejor. Desgarbado y atractivo. Moreno y seductor. Quizá me había apresurado en mis conclusiones. Quizá no estaba desaliñado... Me sonrojé.
-Señorita.
-Mejor.
-Venga.
-No le conozco.
-No soy un terrorista.
-Es ústed raro.
-Y ústed, pero sería muy descortés habérselo hecho notar.
-Disculpe.
-Nada. Se la ve triste, así que la perdono
-No estoy triste.
-Es verdad, ústed se ha acostumbrado a ello, es así.
Me acerqué, pero no me senté.
-Digame, ¿es así como esperaba terminar?
-Evidentemente, es usted muy grosero. ¿Y qué sabe usted de mi?
-Nada, por supuesto, pero tampoco necesito saberlo. Todo lo que sé de usted, lo supe al verla a lo lejos. Su esencia ha volado.
- ¡Si que tengo esencia! ¿Qué va a ver usted de lejos?
-A una señorita de alta cuna con sueños frustrados.
Al ver el título y la situación me ha recordado algo...o quizás, más exactamente, a alguien. Me ha encantado poder seguir leyéndote y espero que sigas.
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