-Ya te he dicho que no me arrepiento de nada. Lo que vi con ella durante 764 días fue tan excepcional y tan intenso que me colma para toda la vida. Si hubiera que volver a hacerlo lo haría sin vacilar. No puedo quejarme dentro de mi desgracia. Tuve suerte de conocer a Ígor y de hacer unas cuantas amistades. Y los amigos son para toda la vida.
Si te cruzas con una mujer en el arcén de la carretera, te hace señas con la mano y te pide que la ayudes, sobre todo no te pares. Las ruedas las cambian los de la grúa. Ellos están inmunizados y no mezclan el trabajo con los sentimientos. Si me hubiera atenido a los sanos principios marxistas de toda la vida de la división y de la separación del trabajo, ahora no estaría como estoy. Nos atiborran la cabeza de principios inútiles, como la cortesía y la galantería, y no nos enseñan la norma fundamental: no te fíes de las mujeres que sonríen porque siempre hay segundas intenciones. Cuando una mujer no sonríe entonces es espontánea. Si se cae al agua y pide socorro, tírale un salvavidas y sigue andando. Son consejos elementales que los padres deberían dar a sus hijos para que fueran precavidos ante los peligros de la vida. Él mio no me avisó.
-Hay algo que no entiendo, Leonid. ¿Cómo es posible querer una mujer y no luchar por estar junto a ella?
-Di mi palabra. Es mi destino, mi forma de serle fiel. Para amar no necesitas que te amen. Desde hace 9 años, le llega el 5 de abril un ramo de mimosas. Un ramo anónimo. Sabe que es un regalo mio. Si quisiera, sólo dependería de ella volver a verme. Le bastaría con ir a la floristeria y le darían mis señas. Pero no quiere. Cumplo lo que prometí. A lo mejor algún día cambia de opinión.
-Hace 10 años que os separasteis. No es posible seguir creyendo en ese amor.
-Yo habría preferido pasar página. Uno no decide si ama o si olvida. Es una idea que no te deja nunca. De día vivo con ella y de noche, si me despierto, es ella en quien pienso. Estoy enamorado como el primer día. Puedes cansarte de una mujer y puede gustarte otra. Eso no es amor, es deseo. Porque el amor, el de verdad, es algo intelectual. Ocurre dentro de cabeza y hay días en que me digo que habría sido preferible olvidarla.
Me encanta. Amor incondicional. Es genial :)
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