Estamos esperando, luchando de la manera más pasiva. Guardamos todo lo que tenemos, el dinero, el tiempo, los sueños, las fantasías y hasta las historias más inverosímiles en lo que ahora es un cajón polvoriento. Está permitido soñar pero no, mejor no, porque al final soñar sale caro o duele, o las dos. Es más fácil o más cómodo vivir anestesiados.
Así que, eso nos queda, esperar el cambio o cambiar tras el último café o el último cigarrillo mentolado. A fin de cuentas, las decisiones están ahí para ser tomadas y el cambio para aprender idiomas.
No se si me explico, pero vamos que da igual.
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