-Usted es la mujer de las historias tristes, de las canciones mudas, de los sueños perdidos en las noches de verano. Dicen que es un talento en sonreirle a la pena y abrazar al martirio; que hasta el chocolate de sus ojos trae al recuerdo las noches de lágrimas y pañuelos por doquier; que sus labios son suaves pero nadie los ha besado; que su pelo ondea al viento como el de aquella mártir enamorada de su distante amado; que le gusta el drama.
Es la mujer que mira por la ventana con el antojo de un nuevo llanto, la misma que se presta en sueños y se muere a gusto y disgusto en la soledad de la belleza de su perfecta imperfección.
-Yo soy ella, sí. ¿Quién es usted?
-Soy el hombre de las historias felices, de las canciones que siempre tienen algo que decir, el de las pesadillas perdidas y los sueños reencontrados. Dicen por ahí que soy un talento en sonreirle a la alegría; que en mis ojos de nubes grises podría bailarse en los días de lluvia; que mis labios son suaves porque otras los han cuidado; que mi pelo es una maraña después de un día de aventuras y que me gusta la diversión que nos trae la vida. Yo digo que soy el hombre que no mira por la ventana porque prefiere ver el mundo desde fuera, el mismo que disfruta soñando, pero no tanto como cumpliendo sus sueños. El que no se queda quieto ni un segundo y se rodea de movimiento en su imperfecta perfección.
-Somos, pues, muy distintos, ¿qué desea? ¿Qué busca de mi?
-La busco a usted.
-¿A mi? ¿Por qué?
-Porque le voy a descubrir el secreto de la felicidad. Deme su beso apagado y su fe mutilada y yo la protegeré. Porque vengo a alegrarle la vida.
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