Esta vez a solas lo recuerda vagamente.
-No quiero que me adores. Quiero que me AMES.
El joven optimista miró con los ojos brillantes al cielo.
-El día que de verdad me ames no te importará la hora, ni el lugar. No te importará nada y gritaras solo dos palabras a pleno pulmón: ¡¡TE AMO!!
Sí, lo recuerda en realidad claramente. Sus palabras coloreadas de felicidad, de ganas, de ilusión.
El joven optimista se puso en pie sobre el muro en el cual estaba sentado y como el estallido de una bomba gritó:
-¡¡TE AMO!!
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