viernes, 26 de agosto de 2011

Carta a ti que me mientes por mentir:

Buenos días querido,

al menos aquí el Sol ya ha salido. Esta carta sucia y destartalada no es más que un incierto patrón de la casa que moramos dos almas gemelas día sí, día no. No quiero pedir disculpas ni oírlas morir en tus labios. Unos labios son demasiados valiosos, por ellos conocemos una nimia maravilla de la vida. No sé si usted sabe, pero vinieron entonces los mios a morir una noche en el jadeo de la pena de verle marchar.

Tranquilo, recuerde que ahora tengo la sonrisa puesta y la cordura incrustada en el seso. No será una de aquellas veces. Verá, aquel fue un incorrecto impulso. No fui para nada una dama. Corrijo, porque entonces sólo era una dama de título y lo sigo siendo, no le engañaré. Y en vistas de mi tremenda falta de vacilación ante las dificultades morales, inmorales o, digamos, del corazón. Me reproché mi comportamiento y sosegué mi odio. No sabrá usted cuan difícil es mitigar al odio.
Usted sabe, además, que miente como un bellaco. Demasiado bien. Y le mentía nuevamente a mi mente y a mi corazón. También me conoce y sabe que tengo débil el estómago y la razón.

No busco compasión y dudo que usted la merezca. ¿Sabe? Sólo le escribí por escribir. Por ir buscando a tientas el equilibrio en el desahogo, porque no le he vuelto a ver para decírselo en palabras al aire o al viento, que quizá se las lleve más rápido y lejos. Como siempre, ¿por qué sabe? Por las mañanas lo hecho en falta. Cuando el Sol se pone, el gallo canta y veo mis sábanas si las arrugas de su cuerpo, lo hecho de menos.

¡Qué digo! ¡Soy una loca por desear se vuelta! Porque usted es un rufián que maltrata mi corazón. Un caníbal. Tremendo golpe le asestaría en pleno mentón para completar el cuadro de odios amorosos que usted y yo tenemos. Como siempre, yo le castigo de un golpe, usted con la huida. No sólo yo soy la loca. Yo nunca le pediría perdón, no señor, pero si le soy sincera. Está casa ruinosa decidimos tenerla los dos.

Maldita sus mentiras y osadía, ¡demonios! Me traen los mil demonios desde que lo vi.
No le pido perdón, y sé que posiblemente se estará regodeando ante la perspectiva de que pueda resultar de ese modo. Únicamente le pido, muy cordialmente y con toda la serenidad de la cual dispongo que, vuelva a mi cama con tanta urgencia como le sea posible. O puedo asegurarle de que lo encontraré y le asestaré tal golpe que le regresará la cordura, retomará el amor y a la enamorada que dejó en esta casa en ruinas que es mi corazón.

Cordialmente,

Lady C

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