jueves, 19 de mayo de 2011

*Carmesí*

Diciembre, un mes blando por aquí. Estaba sentada bajo la copa de un árbol contemplando la lluvia helada cuando la vi. Parecía sangre sobre nieve con aquel vestido carmesí ya estropeado. Blanca. Serena. Una beldad intolerable, al menos eso fue para mi.
Me acerqué a ella. Antes no lo hubiera admitido, pero hoy sé que sentí interés por el color de sus ojos, de sus labios, de su sino, de su suerte.
Así que cuando estuve frente ella me agaché y le di unos cuantos peniques.
Ella me miró. Ojos color café. De esos cafés que cuando los tomas ya no te dejan dormir por la noche. Y labios jóvenes. Labios pintados de carmín. Labios besables y puede que maltratados. En realidad quien sabe. Sólo ella, la ninfa, la reina de las nieves. La dejé allí con su cara sorprendida y su dolor atravesado. Sí, la dejé allí. Era una vagabunda preciosa y con un brillo que me traía el recuerdo de alguien amado, aunque yo nunca haya amado, en realidad.
Siempre ando buscando mis recuerdos por los rincones sin vociferar y de esta forma, es que no encuentro lo perdido porque el silencio no es más que eso. No sabe responder las preguntas curiosas. Sentí un vuelco, el vuelco de algo conocido. Miré atrás y ya no estaba. Se fue.
La persona que quizá había amado había desaparecido. ¿ Y de qué la puedo culpar si volví de la guerra al olvido?

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